Por Jessica Guel de Ibarra:
Nuestra historia es un milagro de la gracia de Dios. Alonso y yo crecimos en diferentes iglesias y en diferentes países, pero gracias a Dios, para Él la distancia no es un problema.
Desde los cinco años de edad, Alonso había crecido en los Estados Unidos, radicando en la ciudad de Milwaukee, Wisconsin. Faltándole un año para graduar de su maestría en Teología, Alonso debía hacer un viaje misionero como requisito del Colegio Bíblico. Sin saber por qué, terminó viajando a la ciudad de San Luis Potosí, México, para pasar unos meses apoyando en la IBBSLP; ministerio bajo el cual yo había crecido y acababa de graduar de la carrera de Traducción Bíblica.
Dios orquestó nuestro primer encuentro en un lugar muy romántico: una taquería en la ciudad de San Luis Potosí, México. Dios puso en el corazón del primo de Alonso que su colega Jessica Guel y su primo harían una “pareja perfecta”. Así que, nos presentó y frente a una orden de tacos de pastor, Alonso y yo intercambiamos nuestras primeras palabras. Ambos estábamos muy nerviosos. Alonso dice que él definitivamente sintió “amor a primera vista” esa noche.
Ambos estábamos buscando la dirección de Dios para los siguientes pasos que debíamos dar, pero no teníamos idea de que el amor sería el siguiente capítulo de nuestras vidas.
En la etapa en que Alonso llegó, yo estaba muy confundida respecto al futuro. Dios había estado cerrando puertas respecto a planes que yo tenía, pero decidí confiar en Dios y obedecer a mis padres, sabiendo que cuando mi Señor cierra una puerta, en algún lugar, él abre una más grande. Esa puerta era Alonso y nuestro llamado a servirle con nuestras vidas, juntos.
Por otro lado, Alonso y su papá habían estado orando cada noche por el llamado de Alonso de plantar una iglesia hispana en Estados Unidos y que Dios le concediera a Alonso una esposa, que entre otras características, fuera hispana. Siendo que la familia Ibarra era de las únicas familias mexicanas en su iglesia en Wisconsin, les parecía un poco difícil que algún día esa oración fuera contestada. Pero sabemos que “Todo es posible para Dios”.
Nuestros padres fueron los primeros en enterarse de nuestro encuentro. Para mí, fue asombroso que mis padres me animaron a seguir conociéndolo. Nuestra amistad siguió creciendo cada día mientras servíamos, orábamos y pasábamos tiempo juntos. Al ver el gozo de nuestros padres, el consentimiento de nuestros pastores, y la dirección del Espíritu Santo en nuestros corazones, fue obvio para nosotros que era Dios diciéndonos “Esta persona es la que tenía destinada para ti” (Gen. 24:44).
Tres años después, en Marzo del 2020, con la bendición de Dios y nuestros padres Alonso y yo unimos nuestras vidas en matrimonio. Ser la esposa de un hombre tan increíble y tierno es una de las mayores bendiciones que mi amado Dios me ha dado. A la fecha servimos en el ministerio hispano de Falls Baptist Church en Milwaukee, Wisconsin.
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